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Gitanos de Borinquen

LA SANGRE GITANA CORRE POR LAS VENAS DE ALGUNOS BORICUAS, CUYOS ANCESTROS ECHARON RAÍCES AQUÍ

Antonio Santaella, cantaor y bailaor del flamenco, lleva cuarenta años residiendo en Puerto Rico.

Por: Miguel Díaz Román - Puerto Rico - 31/05/2010

¿Gitanos boricuas? María de los Ángeles Cruz Rodríguez es una puertorriqueña que lleva en sus venas sangre gitana. Nació una noche estrellada del pasado siglo en Río Grande. Lo de gitana le viene por la vena de su madre, María Socorro Rodríguez, quien es hija de Celestina Rodríguez Alejandro, una gitana cuyos padres, Ursula y Primitivo, fueron oriundos de la comunidad de Andalucía, al sur de España.

“Lo que va en la sangre no se puede evitar. Es algo que vive conmigo”, dice María, quien trabaja en una tienda de ropa en la calle Fortaleza en el Viejo San Juan.

Y es que María desciende de ese mítico pueblo nómada de Europa, dotado de un talento singular para el canto y el baile y cuyo marco de costumbres particulares y fuerte personalidad histórica le han impedido integrarse a las naciones donde se han establecido.

Esa cualidad excéntrica y autónoma, que ama la libertad y rechaza la autoridad, también ha sido una de las causas que explica la fuerte reacción en su contra que históricamente se ha dado en Europa, donde han vivido durante más de 1,000 años. Por estas razones muchos integrantes de la comunidad gitana han sido y son víctimas del discrimen, la pobreza y el desempleo en el viejo continente. Actualmente los gitanos son la mayor minoría étnica de Europa, con una población de entre 10 y 12 millones de personas, según datos de la Comunidad de Europea.

De niña María se crió junto a su abuela, doña Celestina, quien le explicó el origen del bagaje gitano que irradia la mujer a simple vista. Desde entonces pudo entender la fuerte pasión con que enfrenta la vida, una característica que la hacía diferente a sus amigas.

Su abuela también la ayudó a dominar su habilidad para percibir lo que para el ojo ordinario es intangible y le enseñó el arte de leer las cartas. “'Todos los gitanos percibimos cosas”, dice María.

La gitana boricua dice que un día, espontáneamente, bailó flamenco, ese fogoso baile que transmite sentimientos a través de la fuerte pisada del taco y el rítmico danzar del cuerpo.

“Nadie me enseñó a bailar. Yo lo traía en la sangre y un día me puse a bailar y me salió de forma natural”, dice la mujer mientras eleva los brazos, mueve en forma circular las muñecas y repica en el suelo con los tacos de sus zapatos.

¿De dónde salieron?

El origen de la comunidad gitana se ubica entre India y Pakistán. Los datos históricos apuntan a que los antepasados de los gitanos vivieron desde antes del siglo XI en el noroeste de la India, desde donde migraron. Se desconoce si con anterioridad habían migrado de otro lugar aún más remoto.

Algunos se dirigieron hacia el norte de Europa y otros hacia Egipto, por donde ganaron acceso al norte de Africa y finalmente al este de Europa, incluyendo Francia, España y Portugal. Se ignoran las causas exactas de su migración.

“En España se distribuyeron por el sur, en la región de Andalucía, y en las ciudades de Cádiz, Sevilla, Córdoba y Granada”, dice el intérprete y maestro de flamenco, Antonio Santaella, quien lleva cuarenta años residiendo en Puerto Rico.

Santaella no es gitano. Pero conoce muy bien a los gitanos porque vivió junto a ellos en la región de Valderrubio en Granada, que es su lugar de nacimiento. Allí también nació y vivió el poeta Federico García Lorca, cuya familia Santaella conoció a profundidad.

Allí en el monte de Sacromonte, cerca del emblemático palacio de La Alhambra en Granada, Santaella conoció de cerca la cultura gitana, sus costumbres, las letras de sus cantos y sus bailes típicos, muy influenciados por la cultura árabe que reinó en España por más de 500 años.

“Yo puedo distinguir a un gitano desde que lo veo a lo lejos. Su color de piel trigueño, su pelo negro, los ojos intensos, su disposición a la fiesta y ese ritmo natural que los distinguen cuando hablan, es arte. Las mujeres gitanas te hablaban y tú notabas el arte que brotaba de sus gestos. Eran una estampa”, dice Santaella, quien se destacó por el mundo como “bailaor” y “cantaor”, que son las voces que denominan al bailador y al cantante de flamenco.

A los gitanos en España se les llamaba “flamencos” y hay quienes sostienen que “flamenco”, deriva de la palabra “flama”, una manera lingüística de describir el temperamento fogoso de los gitanos.

“Aman como nadie a sus hijos y veneran a los ancianos”, agrega Santaella. “No le gusta tener jefes y siempre están dispuestos a la fiesta. Son machistas al extremo y veneran la virginidad de la mujer. No les importa que sus hijos vayan a la escuela, aunque eso está cambiando ahora. Las mujeres gitanas son hermosas, es raza caliente, y los padres y los hermanos las protegen porque en ellas está la honra de la familia. Los primeros gitanos de Andalucía eran forjadores de metales, una profesión que aprendieron en Egipto. Pero con el tiempo se dedican a otras cosas como vendedores y lectores de tarot”.

El artista advierte que el “cante jondo” es una expresión musical natural del gitano que se manifiesta a través de un quejido melodioso, rítmico y emocional.

“El cante jondo representa el dolor y la tragedia del pueblo gitano, que se ha visto obligado a migrar porque los rechazan. Las tragedias de la vida cotidiana el gitano la recrea por medio del cante jondo. Cuando el gitano canta flamenco salen todos los muertos de su raza por la boca. En aquellos tiempos las letras se conservaban y protegían de forma oral porque los gitanos no acostumbran a escribir. Con el tiempo eso ha cambiado”, añade Santaella.

“A mí me metieron en un calabozo, y a mí me pidieron declaración, la lengua de aquellos civiles a mí me buscaíto a perdición”, canta Santaella.

El artista recordó que durante las noches de fiesta los gitanos se entregaban al baile y el canto en un derroche de energía que no tenía fin. “En la madrugada, cuando entraban a cantar los más viejos, todo era oído y respeto. El cantaor entraba en un trance y comenzaba el cante jondo. Es cuando dicen que se le ha ‘metido el duende’, que es una inspiración profunda. Y si había alguien que ellos no lo consideraban un gitano o amigo de los gitanos, el cantaor lo puede percibir. Entonces dejaba de cantar y dice en voz alta: aquí hay alguien que no es gitano. Luego se acaba la fiesta”, narra Santaella.

No hay estudios

El antropólogo Jorge Duany, quien ha investigado ampliamente el fenómeno de las migraciones en el Caribe, sostuvo que no conoce estudios históricos sobre la presencia de los gitanos en Puerto Rico. Por su parte, Gabino Iglesias, canciller del consulado español en San Juan, indicó que no se llevan registros de la presencia de gitanos en Puerto Rico. “No hacemos esa diferencia. Sólo le pedimos a los españoles prueba de su nacionalidad española. Pero, sin duda, debe haber habido gitanos aquí”, indica.

No obstante, existen relatos orales que ubican una mayor presencia de gitanos en la Isla durante la primera parte del pasado siglo, cuando era muy frecuente ver las comparsas de gitanos que acompañaban los circos y las llamadas “machinas”, las máquinas de entretenimiento que se despliegan en las fiestas patronales y en los carnavales.

Muchos de esos gitanos eran de origen español y otros provenían de las cepas y subgrupos que se ubicaron en los países al norte de Europa.

Antonio Jhon es natural de Arroyo. Es boricua y gitano. Sus padres, gitanos procedentes del norte de Europa, estaban dedicados al negocio de la feria, ese espectáculo itinerante que ofrece machinas, lectoras del tarot, juegos, golosinas y otros espectáculos que deleitaban al público. Antonio sostiene que sus padres circunvalaron Puerto Rico llevando entretenimiento pueblo por pueblo.

“Yo nací en Arroyo, quizás durante la estadía de la feria en ese pueblo”, dice el hombre en tono jocoso.

Pero advierte que la cepa de gitanos de donde proceden sus padres es distinta a la que se situó en España. “Amamos a los niños como cualquier padre y veneramos a los adultos, a quienes le decimos ‘tío’ por respeto. Pero somos trabajadores y patrocinamos que nuestros hijos vayan a la escuela y se eduquen. El gitano español mantiene distancia del que no es gitano y lo llaman ‘payo’. Nosotros no. Tratamos de mantener las familias entre gitanos pero no rechazamos a nadie. Esas son algunas de las diferencias”, explica Antonio, quien posee una amplia y suntuosa residencia en Isla Verde, donde su esposa, Leonela Jhon, posee un consultorio para el tarot.

La amplia vivienda, que está totalmente alfombrada, está decorada con gruesas cortinas, muebles de cojines grandes y mullidos y lámparas colgantes. La temperatura es agradable y controlada por poderosos acondicionadores de aire. Un grupo de niños entra y sale de las habitaciones.

“Son los nietos, que vinieron de vacaciones”, dice Antonio, quien se dedica a la mecánica de equipo pesado y cuyos hijos se han casado y viven en los Estados Unidos.

“Les enseñamos a nuestros hijos el dialecto gitano, pero también saben español e inglés. Yo vivo orgulloso de ser gitano. Se lo digo a todo el mundo. Practicamos todas las costumbres gitanas que recibimos de nuetros padres. Yo soy puertorriqueño, pero mi raza es gitana. Nos sentimos nostálgicos por Puerto Rico cuando estamos fuera y comemos arroz y habichuelas, pero somos gitanos”, agrega.

El hombre asegura que en el pasado reciente la comunidad de gitanos en Puerto Rico alcanzó los 200 miembros, pero en los últimos años ha mermado como resultado de que se han mudado a otros países y por el fallecimiento de sus miembros más ancianos.

Sangre gitana

En los últimos años del pasado siglo muchas familias de artistas gitanos procedentes de España se ubicaron en la Isla para ofrecer espectáculos de flamenco en restaurantes y centros nocturnos de entretenimiento. Y como suele ocurrir con los gitanos, su paso por la Isla fue breve.

'”Mi amiga se enamoró de un cantante gitano que tocaba el cajón (instrumento de percusión que se usa en el flamenco). Pero la familia de él se opuso y no pudieron casarse. Ella se fue para España a vivir porque quiere casarse con un español”, señala Betzaida Pérez, quien es copropietaria del restaurante español El Chotis.

“Cuando los puertorriqueños bailan flamenco se despiertan sus genes y sale a flote la sangre gitana que todos tenemos”, apostilla Santaella. “Cuando comienza esa música los genes se despiertan y los puertorriqueños bailan igual que cualquier gitano de España”, asegura el cantaor, quien dirige la compañía de baile flamenco Mosaico Almudéjar Inc.

La companía ensaya todas las semanas en un inmenso salón del primer piso en la Casa de España, en Puerta de Tierra.

Walter David Bodden Suárez es un joven de 16 años que es uno de los estudiantes más aventajados de Santaella.

“Yo empecé bailando salsa y ballet. Pero una vez mi mamá me apuntó en un seminario de flamenco y rápido supe que este baile era para mí. Cuando bailo flamenco me transporto y cuando se me trepa en duende no puedo dejar de bailar. Es algo que no sé explicar”, dice Bodden Suárez, quien es natural de Ponce.

Mariana Rosario, quien nació en Aibonito, es otra aventajada estudiante de flamenco. “Es fascinante poder bailar sin una coreografía formal. En el flamenco uno puede expresar lo que siente”, expresa.

Cuando los cerca de 16 miembros de la compañía bailan al ritmo de la guitarra y del cajón, el oyente no puede evitar sentir la fuerte pasión del flamenco. Algo ancestral y muy nuestro se despierta y la música no parece extraña y lejana, sino tan cercana como el aire que se respira.

Fuente: elnuevodia.com

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