Europa

Alemania reconoció su figura tras 70 años de su muerte en un campo de concentración

Johann Trollmann vivió una terrible persecución tras serle arrebatado de forma caprichosa el título de campeón de su país

Johann Trollmann, en una imagen durante su etapa como boxeador. 

Por: Juan Carlos Álvarez - Berlín - 03/05/2011

Johann Trollman era miembro de una familia de gitanos que se instalaron en Hannover a comienzos del siglo XX. Rukeli (apodo que recibió desde pequeño y que significa árbol joven) era un niño inquieto que a los ocho años comenzó a meter la nariz en los gimnasios del barrio. Allí se aficionó al boxeo y no tardó en calzarse los guantes para disputar sus primeras peleas. Tenía buenas condiciones y sus progresos no tardaron en verse. Comenzó a ganar pequeños títulos, compitió en los Nacionales de Alemania e incluso estuvo a punto de ir, con 21 años, a los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1928. Su condición de gitano se lo impidió. En una decisión política la Federación Alemana optó por enviar en su peso a uno de los rivales a los que Trollman ya había derrotado. La excusa oficial que recibió el púgil por su caprichosa exclusión fue que su estilo "no era demasiado alemán".

Aquel revés no frenó el deseo de Rukeli de triunfar en el deporte. Decidió hacerse profesional y marcharse a Berlín, donde se celebraban más veladas y se movía mucho más dinero. No era un tipo con un físico espectacular, pero su estilo le hacía diferente. En un tiempo en que la escuela alemana buscaba únicamente "pegadores", gente que apenas se moviese pero que tuviese un puño de acero, Trollman era todo lo contrario: un boxeador dinámico, ligero, que no paraba un instante de moverse y que presumía de un juego de pies único y que fue bautizado como el "Baile de Trollman". A los dirigentes, tanto políticos como deportivos, no les gustaba aquel estilo, pero conectaba con el público y el púgil de Hannover comenzó a ganarse cierta popularidad.

En 1933 le llegó la oportunidad de pelear por el título de campeón absoluto de Alemania de los semipesados contra Adolf Witt, un pegador de manual, tan grande como rígido. Se conocían de sobra porque se habían enfrentado un par de veces antes con un triunfo para cada uno. Eran tiempos funestos para Alemania. Los nazis acababan de llegar al poder y gente como Trollman no estaban precisamente entre los favoritos del régimen. El combate se disputó a finales de año en Berlín con numerosos dirigentes del partido en las primeras filas.

El gitano dominó el combate de forma abrumadora. Su rapidez de piernas, sus cambios de ritmo, sus fintas le permitían evitar la mayoría de golpes lanzados por Witt mientras él impactaba una y otra vez en el rostro de su rival. El público enloquecía con el espectáculo que estaba ofreciendo. Sin embargo, una vez finalizado el combate que claramente había ganado a los puntos los jueces lo declararon nulo. Se armó entonces un alboroto enorme en el pabellón, el público reclamó lo que pertenecía a Trollman y los jueces, por miedo a ser linchados, acabaron por reconocer la victoria de Rukeli que, emocionado, rompió a llorar sobre el propio ring. Unos días después recibió en su casa una comunicación desde la Federación Alemana anunciándole que le retiraban el título por "comportamiento vergonzoso", por llorar.

Los nazis decidieron entonces que lo mejor era acabar con la fama de Trollman y que no había mejor manera de hacerlo que provocando su derrota. Le organizaron entonces un nuevo combate. Esta vez ante Gustav Eder, otra mano pesada. La Federación le comunicó que si no quería perder la licencia debería luchar "como un verdadero alemán", es decir, que debía quedarse en el centro del ring, sin moverse, e intercambiar golpes. Sabía que estaba perdido. Pero Trollman tuvo entonces un gesto para la historia, que acredita su grandeza. Ante el asombro de los espectadores y la indignación de las autoridades, se presentó en el ring con el pelo teñido de rubio y el cuerpo completamente blanco tras cubrirlo de harina.

Si querían un verdadero alemán, él les daría uno. Una vez allí cumplió con el guión marcado. No se movió y Eder le golpeó con saña durante cinco asaltos hasta que lo tumbó. Aquella derrota fue el final de su carrera profesional y también personal. Se había casado, pero en 1935 optó por el divorcio para que su familia pudiese librarse de su apellido y tener una mínima posibilidad en la vida. Las cosas se estaban poniendo muy mal para los gitanos en aquella Alemania desquiciada. En 1938 fue esterilizado junto a miles de gitanos y un año después alistado para combatir en el frente del Este de la Segunda Guerra Mundial, en el que permaneció hasta 1942. Sobrevivió, pero entonces se firma el Decreto de Auschwitz que equipara a los gitanos con los judíos. La Gestapo le detuvo y le envió a un campo de prisioneros próximo a Hamburgo. Allí lo que le esperaba aún era peor.

ATrollman le obligaban a pelear si quería su ración de comida y el hombre estaba completamente consumido. En 1943 trascendió que había muerto. La versión oficial fue que el fallecimiento se debía a razones "naturales". Corrieron toda clase de rumores en Alemania, que si le habían disparado, que si se había suicidado…. La verdad se supo hace bien poco tras un minucioso estudio llevado a cabo por un grupo de periodistas alemanes. Según revelaron, su muerte se produjo en realidad en 1944 cuando en una de esas peleas en el campo se enfrentó a un tal Cornelius, uno de esos presos que hacían de espías a nivel interno para las autoridades del campo. Trollmann le noqueó con cierta facilidad. Entonces, humillado, Cornelius agarró un palo y le golpeó de forma repetida hasta causarle la muerte. Por lo visto los guardas asistieron a la escena con absoluta indiferencia. Así acabó la historia del corajudo gitano que se atrevió a desafiar a un régimen.

Alemania tardó casi sesenta años en reconocer su figura y en 2003 la Federación Alemana le entregó a su familia el cinturón de campeón de Alemania de los semipesados, el que le fue robado de forma caprichosa y el que marcó el comienzo de su tragedia.

Fuente: farodevigo.es

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